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lunes, 11 de octubre de 2010



Y allí nos encontrábamos, viendo televisión, solos. Yo te hablaba del difícil día que había tenido y tú no me oías.
-No me estás escuchando- te dije en voz baja- ¿Estás pensando en ella? Sé que verla hoy debe haber sido difícil para ti, pero ya la has olvidado ¿No?
-¡No es eso! Mi vida no gira en torno a ella, ni mi pasado- dijiste mientras te levantabas violentamente del sillón, y te asomaste por la ventana, afuera era un oscuro y gris atardecer de otoño, llovía.
- Si ya la has olvidado ¿Por qué entonces te irritas tanto cuando toco el tema? Las heridas cicatrizadas no se supone que duelan.
-¡Basta! Se supone que deberías entenderme y apoyarme, no cuestionarme-tu voz se quebró, pero la recuperaste rápidamente-. Al preguntarme sobre ella te haces daño a ti misma, lo sabes.
     Me tardé en contestar, cuando gritas, jamás puedo reaccionar en el instante.
-No es lo que importa- dije mientras me levantaba suavemente y con timidez del sillón- Quiero ayudarte, cueste lo que cueste, duela lo que duela. Sé que es difícil olvidar a la gente cuando te hiere, o te apuñala por la espalda. Sólo te quería recordar que cuentas con unos oídos y hombros disponibles para ti siempre- dije mientras una lágrima enmarcaba mi mejilla. Tomé mi codo con mi mano, como abrazándome a mí misma, mientras tú cerrabas las persianas.
     Desearía que estuvieras aquí. En cuerpo y alma. Que tu mente sólo piense en mí, porque soy la única que te puede hacer feliz. Tener todo lo que necesitas para estar completo. SER ELLA. Cuánto me gustaría ayudarte a dejar todo atrás, cambiar tu gesto de seriedad y mirada triste, a un rostro limpio de sufrimientos. Pero es más fácil subir a la luna de un salto, que poder hundirme en tu corazón e impregnarme en tu alma. Quiero que me ames porque poseo todo el amor que necesitas, y está esperando por ti. Quiero que aterrices y esta noche estés aquí, realmente aquí.
-Lo siento, ya no hablemos del tema- dijiste. Siempre se te ha hecho fácil huir a la hora de hablar de tus sentimientos.
-No puede ser que tú siempre...- no pude terminar la frase porque me callaste con un beso.
     Fue un beso distinto, fue con pasión, un ardiente beso. Me tomaste con fuerza entre tus poderosos brazos y  me llevaste en ellos a mi habitación. Me dejaste sobre la cama y te sacaste la camisa. Me asusté. Tus ojos tenían un oscuro y particular brillo. Era algo entre una lágrima y el asomo de un plan vil, como una venganza. Estaba desconcertada. No alcancé a decir palabra y tú ya estabas completamente desnudo y me estabas desvistiendo. Mientras besabas mi cuello suspiré:
-Siempre huyes.
     Pero, tal como hacías antes, no oíste. Me dejé llevar. Al fin y al cabo no sé qué es lo que quieres que te dé, pero estoy dispuesta a dártelo todo. Mientras tu ser está dentro de mí, sé que yo no estoy dentro de ti. Sé que mientras me besas, no piensas en mí. Pero a pesar de todo, te amo y mantengo la esperanza de que un día tus ojos vean realmente mi rostro mientras estamos conectados.
     Y afuera sigue lloviendo, dentro de mis ventanas también llueve pero tu labor ha terminado y te has quedado dormido. Quisiera que mi abrazo se sintiera tan cálido en ti, como el tuyo se siente en mí.














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Adelanto de mi nuevo blog, que se viene muy pronto.





1 comentario:

Josiita dijo...

me gusto mucho el escrito, aunque un poco trsite... creo que tiene cierta parte de verosimilitud... creo que es esa la palabra.. no estoy segura.