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sábado, 13 de noviembre de 2010

Paulina

     Entramos a la clase y estaban ocupados casi todos los asientos así que me senté detrás de ella, en la parte trasera de la sala. El profesor salió del aula a buscar unos papeles y se demoró toda la clase, es decir, jamás volvió hasta que salimos a descanso y llegó a despedirse pidiendo fingidas disculpas. Yo no había hablado con ella muchas veces a pesar de que vamos en el mismo curso desde hace ocho meses. Se dio vuelta y comenzamos a hablar tímidamente. Ella me enseñaba a hacer unos ejercicios de Trigonometría y siempre he sido de cabeza dura asique tuvo que repetirme varias veces y con mucha paciencia cada paso. Yo trataba de bromear pero ella me detenía y me decía que me concentrara o perdería el hilo. Me sentí un tanto ofendida al principio pero luego comprendí que buscaba ayudarme. Luego de ya entendidos los ejercicios me sentí libre de bromear tranquila mientras los realizaba, y ella se reía a carcajadas, tímidas, pero carcajadas al fin y al cabo. De repente se me cae el estuche y Paulina lo recoge diciendo:

-Se te caen mucho las cosas, eres despistada.

-¿Enserio? Pero si me acaba de caer, es porque lo empujé con el codo- respondí 
desconcertada.

Y ella me hace notar que durante el transcurso de la clase se me habían caído: 2 veces el estuche, 3 veces el lapicero y una vez la calculadora. Ni siquiera me había dado cuenta y eso que yo misma los había recogido del piso. No recuerdo la última vez que hablé con alguien que notara un detalle pequeño como aquel, siempre soy yo. Me sorprendió su capacidad de observación y que estuviera concentrada en la conversación que teníamos. Luego de pasados casi todos los minutos de la clase y muchas risas y palabras después, se produce un silencio que duró alrededor de 30 segundos y ella murmulla:

-Me caes bien- acompañado de una amplia sonrisa, pero sin mostrar los dientes.

     Lo dijo mirándome a los ojos y se veía a través de ellos una enorme sinceridad. Me sentí completamente halagada por lo que dijo y cómo lo dijo y le respondí que ella también me caía muy bien y aunque intenté, sé que mis ojos no pudieron imitar la sinceridad tan verdadera que ella me había mostrado, pero lo dije enserio. Fue una agradable conversación, pero no creo que se repita.



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