Only your mind can understand your heart , and only the poems can talk for you heart. But only your heart can decide who you are .
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Por segunda vez III
sábado, 13 de noviembre de 2010
Paulina
martes, 9 de noviembre de 2010
Pequeño Ruiseñor (p)
Yo quisiera ser aquella estela Que inicia tu primavera Yo puedo ser aquel ruiseñor Qué te despierta del sueño y el dolor Sería lindo transformarme En todo lo que de ti forma parte Estar contigo cada vez Que necesitas a alguien y a nadie ves Mi felicidad está en la tuya Y tu tristeza es mi furia Me convierto más tuya cada minuto Y no desconfío de tu amor en lo absoluto Nunca me dejes marchar Pues a tu lado está mi bienestar No apartes tu vista de aquí Pues sin tus ojos ¿qué sería de mí? No acabes de fabricarme tu amor Tus besos son morfina y alivian mi dolor Tus abrazos llenan de sol mi ser Y ellos mismos me salvaron de un oscuro atardecer En el crepúsculo del día tu recuerdo Invade cada átomo, y no concuerdo Con qué quieras abandonar todo por un error Sabes qué caer con una piedra no te hace inferior Confío en que tú volverás Como en primavera las hojas Sé qué no me fallarás Aunque te sobren las copas.
Nao ELgueta*
miércoles, 3 de noviembre de 2010
Mentir
Y en este instante me siento mal porque te he mentido. Una mentira pequeña, inofensiva, quizás nunca la descubras (y es lo que más espero porque si me descubres y te enojas, mi mundo se caería... más), sin embargo, me hace sentir mal. Pero más mal me hace que me la creas y digas que confías en mí y en lo que yo diga. Tanto me ha costado ganarme aquella confianza y tanto he trabajado para ganarla, y para ganarte a ti, y pasé a llevar todo eso sin pensarlo dos veces. Espero que si un día te das cuenta de esta pequeña e inofensiva mentira, sea demasiado tarde para separarte de mí (con tanta facilidad).
miércoles, 20 de octubre de 2010
Después de tu carta
domingo, 17 de octubre de 2010
Nuevo Blog
Si quieres ver el nuevo blog, sólo debes pulsar Aquí. Saludos, Nao ELgueta :)
lunes, 11 de octubre de 2010


A Giver.
Locomoción colectiva
viernes, 1 de octubre de 2010
Sólo cuando necesitas, te das cuenta de lo que das.
lunes, 20 de septiembre de 2010
Puede besar a la novia
lunes, 30 de agosto de 2010
Un café en aquel lugar frío.

Sigo perdiendo las esperanzas, cada día un poco más. Me dan unas ganas enormes de agarrarte fuerte por los hombros y sacudirte hasta que me preguntes por qué lo hago para responderte “¡porque tú no haces nada!”. Cada vez que mi mirada se topa con la tuya o te veo caminar a lo lejos, me entran ganas de correr hacia ti gritando tu nombre para llamar tu atención y luego golpearte fuerte, muy fuerte, y ver si de ésa manera algún golpe es lo suficientemente fuerte como para hacer reaccionar a tu corazón o tu mente y te des cuenta de lo que te pierdes, de que me pierdes. He pensado en jalarte el cabello y besarte en la frente para luego huir, a ver si eso cambia algo. Me entran ganas de aferrarme a tus pies y llorarte, hasta que te inclines, me abraces y me digas que lo sientes, que tu intención no fue herirme, que piensas en mí algunos días, que esté tranquila porque todo volverá a ser como antes. Me dan ganas de acercarme a ti con delicadeza y preguntarte qué es lo que pasa por tu mente. Me dan ganas de hacer como si nada hubiese pasado, para poder volver a hablar contigo y contarte cosas que he estado guardando todo este tiempo, regalarte aquel CD con videos de tu banda favorita que descargué y grabé para ti. De entregarte una carta que te recuerde todos los buenos momentos que hemos pasado juntas para que te des cuenta de que sí vale la pena luchar por esta amistad, y junto a esos buenos momentos, escribir muchas razones del porqué no te quiero perder y los porqué no deberías perderme, pero te corresponde a ti darte cuenta de todo eso. Quiero volver a caminar a tu lado, tomarte la mano y decirte que te quería tal y como eras. Que simplemente me agradaban todos tus detalles y tus actitudes buenas, y que adoraba tus defectos al mismo tiempo. Recordarte que siempre he estado para ti y lo seguiré estando. Invitarte a mi fría casa para que tu mirada y sonrisa la hagan cálida mientras nos tomamos un café, porque sé cuánto te gustan ¡Y ahora tengo una cafetera! Volver a decirte lo tonta que eres mientras me río de tus bromas. Repetirte honestamente lo agradecida que me siento cuando me aconsejas, o mejor dicho, cuando lo hacías. Acariciar tu fino cabello mientras te digo que necesitas un corte, porque lo has dejado crecer más de lo usual.
Pero luego me doy cuenta de que no puedo hacer todas esas cosas, porque no hablamos más. Porque mi orgullo, a pesar de haber disminuido, me retiene y me dice que eres tú la que debe acercarse. Porque actúas como si te importara poco arreglar esto y no puedo hacerte cambiar de opinión y/o actitud. Es lo que demuestras, pero sé que en el fondo algo te debe importar, si no es así significa que no te conozco, que has mentido todos estos años, y sólo pierdo mi tiempo. Podría perdonarte. Pero por favor, acércate para decirte que es demasiado tarde.
Ésta carta me ha servido como una despedida que no me atrevo a concretar porque siento que no me corresponde. No estoy cerrando el capítulo de una etapa de mi vida, porque no se puede cerrar algo que está inconcluso, sólo estoy dando vuelta la página para seguir adelante. Sé que tarde o temprano leerás esto y espero que lo tomes de buena forma, o que lo tomes como quieras. No sé qué sientes tú respecto a este quiebre, al menos ya sabes lo que pienso yo.
Fotografía por: David C Shultz
sábado, 28 de agosto de 2010
Prueba de avance

Despierto abriendo mis ojos con lentitud y pesadez, el cansancio se ha apoderado de mí estas últimas semanas. Un día más, un día menos. Es diferente, porque no suelo despertarme temprano los sábados, pero el colegio me ha obligado a hacerlo para rendir una prueba a nivel de generación. Camino hasta el baño, recargo mi torso apoyando mis brazos en el lavamanos, y miro, un tanto encandilada por la luz, mi reflejo en el espejo. Pienso unos minutos si ducharme o no. Lo hice antes de acostarme, estoy limpia y no quiero gastar más agua, pero necesito refrescarme para que de verdad sea un nuevo día. Finalmente me decido por una ducha corta. Me seco y me dirijo hacia mi habitación. Tomo las primeras prendas que encuentro que además combinen un poco y me las pongo. Bajo las escaleras todavía un tanto somnolienta y me siento en la mesa del comedor. Miro mi individual y ahí está, como cada mañana, la pastilla de la que dependo para no convertirme en un monstruo. Los mismos ingredientes en cada pastilla que he tenido que cambiar a lo largo de los años debido a que mi organismo se va haciendo inmune. Aquella misma pastilla que me recuerda cada día que sufro de una enfermedad, invisible a la vista cuando estoy normal, pero abominable cuando se manifiesta. Ovalada, rosada y de tamaño regular, se ve tan insignificante, pero aún así sin ella no soy nada. La ingiero rápidamente con un sorbo de jugo, sigue el plato de avena. Lo observo asqueada por un par de segundos y maquinalmente me levanto y lo boto a la basura en una bolsa para que no me vayan a pillar de nuevo y me reten por “evadir” algunas comidas importantes. Subiendo por la escalera, me devuelvo a mi habitación que permanece con las cortinas cerradas y en una tenue azulosa oscuridad. Me siento en el borde de la cama. Estoy en modo auto-pilot, como apagada, no sé qué me sucede. Y como un tren, con rapidez y brutalidad, me arroya lo que no había considerado de hoy, hasta ahora. Hoy es el día en que se supone que tu colegio va al mío a rendir las pruebas, las mismas que el mío. Pienso que hoy podría verte, luego de largo tiempo sin hacerlo. Me levanto de golpe, me mareo. Me desvisto y comienzo a buscar otra ropa que ponerme, algo lindo, algo sencillo, algo que te agrade. Me cambio y voy al espejo, me miro. Me lavo la cara, me seco, me aplico crema y me maquillo. Me miro de nuevo. ¡Soy tan estúpida! Una estúpida que se ve bien en este momento, pero estúpida al fin y al cabo. ¿No se supone que ya te había olvidado? Estoy segura de haber comprendido que esto no puede ser por el momento, pero tengo claro asimismo que eres de aquellas personas que se recuerdan para siempre. Y a lo largo de mi vida puedo contar con una mano los chicos que me han hecho sentir bien conmigo misma y se me es muy fácil volverme a sentir así, que vuelvan a atraerme. Estoy debatiendo en voz baja en contra mío. Yo y mi interior quedamos en el acuerdo de que nos hemos vestido bien para ti, pero no por ti, sino por nosotras. Es difícil de comprender, soy difícil de comprender, me cuesta comprenderme, no estoy segura si lo estoy haciendo en este momento. Salgo apresurada de mi casa y me subo al auto. Mientras voy por la costanera miro el océano que me recibe azul y furioso, espumoso y profundo. Llego dos minutos antes de que suene el timbre, me busco en la lista de las salas. Me toca la 43. No te he visto hasta ahora y suspiro esperando no hacerlo. Rindo avance de lenguaje, me va bien y reviso varias veces la prueba para hacer más tiempo, de esa forma tendré menos de recreo y el tiempo de espera para verte o no hacerlo, se reduce. Me llaman mis amigos del otro lado del patio y camino a través de él con la mirada apuntando hacia el centro de la tierra. No quisiera toparme contigo y tener que besar tu mejilla, porque es un suplicio. Un eterno sufrimiento de 1,5 segundos que dura y duele, no creo que sea necesario explicar el porqué. Me siento a conversar, me levanto, me vuelto a sentar y finalmente prefiero estar parada. Busco excusas interiores para recorrer el sector con la vista, ansiando contradictoriamente encontrarse con la tuya. Hay poca gente, luego bastante, y aunque hubiese un centenar yo sabría cómo reconocer tu cabeza entre todas ellas. Te reconocería, a ti y a tu esencia de forma involuntario incluso, porque sería como siempre tu todo que me llama. Mi amiga me mira con su mirada, inconfundiblemente comprensiva que aunque conozco hace poco tiempo, siento cómo atraviesa mi alma y me pregunta por ti, si te he visto. Me exalté al escucharlo, tu nombre. Mucho tiempo sin escucharlo salir de la boca de alguien, yo jamás lo digo en voz alta, me asusta. Se contrae mi cuerpo, respondo que no y hago un gesto de que poco me importase si te viera. No sé si estoy mintiendo, no tengo la certeza. Toca el timbre y me voy rendir la de avance matemático. Me quedo pegada en la pregunta dos, luego en la 5 y posteriormente en la 7. Cuando voy en la número 19, dos chicos se levantan y entregan las suyas con una sonrisa de superioridad. Me desespero e intento concentrarme en el papel en frente de mí, bajo mis manos, mi lápiz y mi goma. Se me pasa por la cabeza que quizá es que mi subconsciente piensa en ti, y no me doy cuenta pero me intento auto convencer de que no es eso sino que nunca he sido buena en matemáticas. Finalmente me auto convenzo y termino la prueba de las últimas. Salgo de la sala y vuelvo a ver a mis amigos, sigo conversando y riendo, mientras miro a mí alrededor, cada vez con menos frecuencia. Me he rendido en la tarea de encontrarte, me he rendido en tratar de encontrarte siempre. Vamos saliendo del colegio y tengo una pequeña rencilla con una compañera, estaba algo enojada y como dinamita de pita corta, encendí enseguida. Me noté alterada asique disminuí revoluciones y seguí normal. ¿Irritable yo? Me llama mi padre, me está esperando. Me despido de todos subo al auto y doy por terminado este día, siendo aún las 12.30 y todavía quedan 11 horas con 30 minutos para que sea un agradable domingo.
Es extraño, me siento atada a mí misma.
jueves, 12 de agosto de 2010
Finales sin punto

Confieso que sí, mi vida ha mejorado un poco desde que nos hemos separado, he vuelto a reír constantemente, a confiar ciegamente, a abrazar, a querer, he comenzado totalmente desde cero y hace mucho tiempo no lo hacía. A pesar de que dolió bastante y sigue doliendo bien dentro, muy fuerte. Dejar a una amiga atrás te afecta demasiado y dos… te quiebra el alma. Incluyendo a uno de aquellos amores que marcan tu vida, que siempre recordarás hechos y fechas, a la lista del pasado. Y el divorcio de mis padres. Me gustaría haberlos incluido en mi futuro y lo digo sin pensarlo dos veces, pero todo cambia y existe gente que te acompañará en diferentes etapas de tu vida, como las hay las que te acompañan durante todas, aún espero encontrar la segunda. Del “amor” ya he hablado bastante e incluso puedo decir que es algo un tanto superado. Pero el otro tema es más difícil de tratar, me tiene aún confundida porque para mí los finales se marcan con conversaciones y estos dos finales no se quieren concretar, al parecer, por falta de interés.
Me he dado cuenta de que aunque dos personas cometan el mismo error, es distinto. Aunque una haya cometido el mismo error más de una o dos veces, se puede perdonar. Porque el perdón no sigue ley alguna, se da a la persona que tú quieras dársela. Y yo quería dártelo a ti, bastaba con que me lo pidieras… pero no lo hiciste.
He decidido bajarle un poco la densidad a mi orgullo porque lo único que me ha traído son pérdidas estúpidas y dolorosas. Pero bajo ninguna circunstancia:
- · asumiré errores que no son míos
- · dejaré que me pasen a llevar
- · haré como que nada pasó, cuando algo sí pasó, sin previa conversación de aclaración
No pido explícitamente unas disculpas, si no les nace, no las pidan porque no serán honestas. Sólo que al menos demuestren un interés en aclarar el asunto, si fue un malentendido, dar a entender qué es lo que se quiso decir, si va a ser un final, ponerle un conversado punto. No pido nada que yo no haya dado antes, pero el mundo es injusto y no todo lo bueno se devuelve.
Es demasiado ceniciento el sentimiento que se despierta en mí cuando pienso en el problema. Trato de comprender todo y es tan mínimo lo que alcanzo a lograr. Lo único que se me viene a la mente es que importo tan poco para aquellas personas que me importaban tanto, que prefieren esquivar el problema y dejarlo atrás en vez de lidiar con él. ¿Es eso lo que soy acaso? ¿Un problema irrelevante que se aplaza? Duele.
Duele que no les importe. Duele que lo aplacen. Duele que aún no se termine, duele que quiera hacerlo. Duele que deseen que sea yo quien se rinda. Duele que no me hayan comprendido. Duele que mientas para excusarte ante el resto. Duele que no se hayan puesto en mi lugar. Duele que duela. Duele que las aconsejen mal sobre el tema o, que al contrario, no lo hagan en absoluto. Duele cuando pienso si pensarás en mi sintiendo que quizás estás en un error al dejarme ir, porque existe la posibilidad de que no lo hagas. Duele pensar si me extrañas, porque existe la posibilidad de que no lo hagas. Duele pensar si has pensado en acercarte para remediarlo todo, porque existe la posibilidad de que no lo hayas hecho.
Me quedan un montón de dulces recuerdos pero un muy amargo final.
martes, 29 de junio de 2010
Escritora

Existen veces, pequeños momentos, en los que pienso si mi futuro podría ser el de una escritora. Si es que yo sería capaz de abandonar mi sueño de toda una vida, estudiar medicina, por; tardes de escritura, amaneceres de lecturas y tazas de dulce café. Suena bien, suena muy bien.
En la vida te aconsejan seguir aquello que te apasiona e ir a por ello. Y a decir verdad… ¡Me encanta escribir! Como he mencionado antes, soy muy mala para expresar mis sentimientos en personas, pero al tomar una lapicera (odio escribir con lápiz grafo porque se borra lo que escribes al pasar los dedos sobre el texto) y una hoja, las palabras parecen salir puras y raudas para plasmarse en mi pequeño cuaderno verde.
Yo escribo porque me gusta hacerlo, pero si fuese escritora tendría que ser capaz de vivir de ello. Poder pagar mis gastos y gustos con mi propio dinero, que habría de hacer con la venta de mis publicaciones. Me pregunto si alguien las leería. Deberían hacerlo, es decir, descartando a la familia y los amigos, siempre hay alguien más que leerá tus textos. La pregunta es; ¿Qué sucederá después de ello? Esa persona tendría las opciones de; calificarlo como su favorito, recomendárselo a un amigo, tirarlo a la basura cuando haga limpieza de estantes y baúles o simplemente venderlo a bajo costo, para que luego termine en una feria barata de libros usados. En donde, quizás, una señora, dueña de hogar posiblemente, lo lea y diga” que escribe bien la chiquilla”, o lo más probable “no entendí a las finales de qué hablaba”. Sería difícil no agradarle al público, pero les guste o no, escribiré siempre aunque no publique todo.
Si estudio medicina puedo seguir escribiendo en mi tiempo libre, algo así como un hobby. Escribir sobre mis días como interna, las extrañas circunstancias por las que llegan pobres señoras al los hospitales regionales, lo mucho que me divertiría diseccionando cuerpos en la morgue ¡De lo que quisiera!
En cambio si me dedico a escribir, podría arrepentirme de no haber gastado otros trece años de mi vida estudiando lo que había planeando toda mi vida. Lo que me haría deprimirme y escribir textos con carencia de esa dicha en la vida, como la que suele tener siempre el resto (o la que parecen tener). Lo cual es irónico porque nunca sigo planes y, es también la forma en la que escribo ahora.
martes, 15 de junio de 2010
De los errores no se aprende.

¿Que de los errores se aprende? ¡Mentira! Es una cruel mentira, que enciende ilusiones en los desdichados y encierra en un grupo a la gente en general, pues no especifica quiénes son los que aprenden. Lo que sí sé es que yo no, no aprendo mucho de los errores, soy demasiado terca para hacerlo.
¿Quién o qué es denominado error? Si se lucha por una persona y ésta no te corresponde, no es un error sino una experiencia. NO sabes si te dice la verdad cuando afirma no sentir lo mismo, y suele ocurrir que luego se dan cuenta de que sí sentían algo.
No llamemos error a todo lo que no resulta tal cual lo trazamos en nuestra mente. Dejemos de auto-declararnos unos fracasados pero con el “consuelo” de que estamos aprendiendo de ello. Lo que no resulta una o dos veces no significa necesariamente que jamás funcionará, porque el mundo, el tiempo, el contexto, las personas y los sentimientos: CAMBIAN.
jueves, 10 de junio de 2010
5 dreams, 4 deaths

Hace unas noches atrás tuve 5 sueños que se separaban porque después de cada uno me despertaba y estaba destapada. Luego me abrigaba y me volvía a dormir. En 4 de los 5 sueños yo moría (tanto porque me mataban o yo misma me mataba). Describiré sólo el que me dejó más desconcertada de todos.
Estaba yo en mi casa con una amiga y por algún motivo habíamos secuestrado a dos personas de mi colegio y los teníamos sentados en el comedor, un chico y una chica. Sólo recuerdo quién era el hombre, un chico normal de 4to medio llamado Cristóbal con el que he hablado sólo un par de veces. La chica no recuerdo quién era. Y en el patio trasero de mi hogar se hallaba un tercer secuestrado, atado y sentado en la tierra el cuál no teníamos vigilado tan bien como los otros dos. Pero la diferencia es que no era un joven o un alumno, sino un hombre ya de edad (aproximadamente 45 años) con lentes, de camisa verde y un tanto calvo. Estábamos interrogando a los dos secuestrados que estaban atados a las sillas en el comedor cuando de repente el hombre del patio se escapa por la puerta que da a la salida de mi patio, se libera de las cuerdas que lo ataban y de manera extraña abre la puerta principal de mi casa y grita “¡Ya son libres!¡Corran!”. Cuando sucede esto, Cristóbal se levanta de su silla, luego de que mágicamente las cuerdas se soltaran solas y cayeran al suelo, decidido a darme muerte. Mientras él con dificultad termina de liberarse de sus ataduras yo corro a la cocina y tomo un cuchillo regular, con los que día a día corto la carne de mi almuerzo. Me paro a un lado de la puerta de entrada junto al teléfono que debería comunicar con la portería de mi condominio pero que ya no funciona. En un instante muy breve pienso que si de todas formas moriré, prefiero ser yo la que acabe con mi propia vida en vez de otra persona. Así que con el filo del cuchillo recorro mi cuello cortando horizontalmente debajo de mi barbilla. Todavía recuerdo aquellos segundos de tanta intensidad, con cada detalle. Pueden encontrarme extraña, incluso pensar que aquel sueño me dejó perturbada. Pero debo admitir que se sintió muy bien. Sentí cómo rápidamente la sangre comenzaba a salir, rápido pero caía lentamente llegando hasta mi pecho, con una tibieza exquisita. Ese corte no fue sólo un corte simple, sino el corte que separó mi alma lentamente de mi cuerpo, dejando todo lo malo en el mundo terrenal, librándome de toda culpa y todo mal sentimiento. Fue un corte liberador, el corte del final. Luego sentí un leve hormigueo que comenzó en mi cara, bajó por mi cuello y pecho y se empezó a dispersar por mi cuerpo. Me hizo sonreír aquel extraño cosquilleo.
domingo, 30 de mayo de 2010
Winter Holidays

Que suerte que lleguen las vacaciones de invierno. Estoy harta del colegio y harta de lo que me rodea.
- Necesito estas dos semanas para meditar en lo que será de mis sentimientos ya que debo reinventar mi corazón y dejar atrás a la persona que tanto quise de una vez por todas.
- Tiempo para avanzar en mi aprendizaje de cómo tocar batería y guitarra.
- Necesito este tiempo porque me he cansado del colegio y lo que me exige, aunque estoy orgullosa porque pude subir mi promedio 1 punto con 4 décimas en tan sólo dos semanas.
- Necesito también aclarar qué haré con mi entorno porque me he dado cuenta de que estoy empezando a desencajar en mi grupo de amigos. Me molestan sus actitudes, sus formas de pensar, sus puntos de vista. Todo lo que antes encontraba tan similar entre nosotros hoy lo encuentro tan distante y distinto, somos tan opuestos que no nos atraemos. Pienso que están cambiados tal cual yo estoy cambiando, pero de diferente forma. No quiero ocultarles nada pero por algún motivo, que está fuera de mi área de control, no puedo contarles mis problemas más íntimos o mis pensamientos acerca de éstos. Ni siquiera me motivo a salir con ellos aunque no tenga nada que hacer en casa.NO ES CON TODOS. NO ES TODO EL TIEMPO.
- Necesito estar con las únicas personas que estarán siempre para mí: mi padre, mi hermano y yo. Y al estar conmigo dedicar todo mi tiempo a pensar en qué hacer con este corazón que tanto ha sufrido y tanto ha reído. Disfrutar los detalles como solía hacerlo antes porque le he perdido momentáneamente el gusto a la vida, lo cual no significa que me desee la muerte.
sábado, 22 de mayo de 2010
Cuando te vi.

Cuando te vi el día Jueves pasado pude entender muchas cosas, pude resolver tantas dudas que me planteaba. Y la respuesta a la más importante es sí, sigo enamorada de ti como en cada texto profeso y para ti escribo. Te abracé instintiva e impulsivamente tal como lo predije. No estuve nerviosa porque me sentí cómoda desde que te vi y no paré de sonreír todo el tiempo. Volvimos a reírnos como antes, con la misma confianza, con las mismas ganas de hacernos felices siempre. Al principio no me mirabas a los ojos por más de dos segundos seguidos y comprendí que quizás no querías ver en mi mirada algo que te hiciera dudar de si estás en lo correcto al estar emparejado con otra persona en este momento. Luego conversamos y te pregunté de repente, y ansiosamente “¿Te leo la carta?” (Porque ambos sabíamos que era a eso a lo que iba). Respondiste tranquilamente con un “sí”. Al sacarla y leer las primeras dos palabras “Lo siento…” me detuve, bajé la vista y cobardemente admití “No puedo hacerlo” y con la voz más comprensiva que jamás te había oído me dijiste “Puedes dejarla sobre mi mesa y yo la leeré después”, fue un alivio para mí.
Charlamos largamente actualizándonos en cuanto había pasado en nuestras vidas, evitando los silencios incómodos que se pudiesen generar. Cuando eran casi las diez me fuiste a dejar (lo cual me hizo sentir incómoda pero luego recordé que tú al día siguiente tenías que ir a la escuela) y traté de caminar lento pues ¿Cómo hacer durar tan sólo cuatro cuadras de distancia? Despedirme fue lo peor pues algo me decía que sería largo tiempo en que no te volvería a ver aunque supuestamente al día siguiente habíamos planeado juntarnos. Lo último que escuché de ti fue “Mañana te llamo” y todavía espero que sea 'mañana' desde ese jueves. Cuando subí al departamento y me tiré suspirando al sillón, caí en la cuenta de que cuando llegases a tu hogar leerías la carta que transparentemente, días atrás, habías escrito para ti y me sentí de nuevo llena de dudas. Pensé si debía enviarte algún mensaje que le agregara algo a la carta o llamarte, y finalmente me decidí a esperar. Al día siguiente no llamaste y no me enojé puesto que comprendo que una carta tan fuerte requiere tiempo para pensar. Sólo espero que sea lo que sea que decidas hacer sea lo mejor tanto para ti como para mí.
Texto que escribí el día jueves 1 de abril.
-----------------------------------------------------
Ahora que lo pienso bien, fui muy torpe. Debí haberte leído la carta para saber cómo reaccionabas a semejantes declaraciones y aclaraciones en aquel mismo instante pero, como se me es de costumbre, me acobardé. Incluso a un mes de aquel día, no me habías aclarado lo que pensabas de aquel papel repleto de letras escrito con la tinta de mi verdad.